Objetivo: la transición ecológica
Mientras la sociedad nada contra corriente para luchar contra el cambio climático y la degradación ambiental, la industria petroquímica y química quiere ser catalizador del cambio.
Echando una mirada rápida al mundo actual, uno podría llegar a la conclusión de no se dan las mejores condiciones para impulsar grandes cambios en las corporaciones. Por ejemplo, debido a la desaceleración económica causada por la inestabilidad política y las guerras comerciales entre las economías más grandes del planeta, los altos ejecutivos de la industria probablemente están más preocupados de evitar una bajada en los niveles de ventas que de cualquier otra cosa. Además, en este escenario de estancamiento macroeconómico, puede ser tentador también para los líderes mundiales adoptar un enfoque populista y anteponer intereses económicos cortoplacistas a asuntos tan críticos para el planeta como el control de los incendios forestales o la urgente necesidad de frenar el efecto de los gases de efecto invernadero.
Lo cierto es que la reducción de las emisiones de carbono es un objetivo universal e ineludible en todos los segmentos de la economía y la sociedad, y como tal, afecta a las operaciones de la industria química y petroquímica: directamente, en las diferentes plantas productivas, e indirectamente, en términos de la huella que genera toda la cadena de valor.
Miguel Benedetto, director general de la Asociación Nacional de la Industria Química de México (ANIQ), explica que la industria del país se está alineando con los objetivos establecidos por el gobierno: "La industria química comparte plenamente los objetivos de reducción de emisiones que México ha firmado, y nosotros hemos ratificado este compromiso a través de objetivos de reducción del 6% de la línea base. Además, ANIQ ha sido certificado como un organismo de certificación de gases de efecto invernadero, que brinda apoyo a las empresas en la certificación de inventarios de gases y compuestos con efecto invernadero”.
En Brasil, el gran tamaño del mercado y los altos volúmenes requeridos hacen que, incluso un esfuerzo para implementar pequeños cambios, puede tener un impacto muy significativo. En este sentido, algunos de los principales actores de la industria ya vienen trabajando en la reducción de las emisiones de carbono. Croda, por ejemplo, ha reducido sus emisiones de gases de efecto invernadero en Brasil en casi un 10% desde 2015, según el vicepresidente de la compañía, Richard Pino. Estos logros se ajustan a las iniciativas globales de Croda, como el uso de energías alternativas (ya sea eólica, solar o la captura de metano en vertederos) y la obtención de un mayor porcentaje de materias primas para los productos de Croda a partir de recursos renovables (hasta 61%, según Pino).
Mientras tanto, Jorge Soto, director de desarrollo de sustentabilidad en Braskem, explica que la compañía brasileña redujo su intensidad de carbono en un 21% entre 2008 y 2018: “En 2018 nuestra intensidad fue de 0,61 toneladas de CO2 emitidas por tonelada (tCO2e/t), que está muy cerca de nuestro objetivo para 2020 de 0,6 tCO2e/t. Estamos seguros de que nuestro equipo puede continuar mejorando los procesos, de modo que el objetivo para 2030 incluye una reducción adicional del 30% en la intensidad de carbono".
Soto resalta que este esfuerzo se aplica no solamente a las emisiones de carbono de Braskem durante los procesos productivos de la compañía, sino también a la huella de carbono general que tienen luego los productos durante su ciclo de vida. "Estamos desarrollando nuevos productos con menor intensidad de carbono o que incluso pueden capturar CO2 de la atmósfera, y también estamos apoyando a la sociedad con nuevas soluciones como envases más livianos y repuestos para automóviles".
REDUCIR, REUTILIZAR, RECICLAR
Paralelamente a los esfuerzos de la industria para reducir el impacto ambiental de los procesos de producción, el mundo necesita soluciones urgentes contra la acumulación de los residuos plásticos. Esto va a requerir una combinación de iniciativas de la industria, nuevas regulaciones y una cooperación más estrecha entre las autoridades y la sociedad en general.
“Los plásticos han sido criticados, no sin fundamento, por su uso excesivo en el embalaje y por la disposición irresponsable de estos productos. Todos hemos visto la acumulación de plásticos en los océanos, especialmente en Asia”, comenta José Luis Uriegas, director general de Grupo Idesa de México. "Braskem Idesa es el jugador más grande en el mercado de plásticos en México y, por lo tanto, debemos desempeñar un papel de liderazgo en la sostenibilidad de este segmento", agrega.
Una cuestión clave es que no todas las empresas tienen la misma vara de medir para hacer frente al reto, ni todas tienen el mismo enfoque para abordar el problema: "Hay, por un lado, empresas dispuestas a adaptarse a los esfuerzos de sostenibilidad, y por otro lado empresas que solo lo hacen como respuesta a las regulaciones", comenta Daniel Mitchell, presidente de Acoplásticos, asociación que agrupa a las principales compañías del segmento en Colombia. "La industria en su conjunto se está transformando bastante rápido, pero la demonización de los productos plásticos, a menudo injusta, también es un problema que debe abordarse”, agrega Mitchell.
“El plástico en sí no es el problema, sino que las personas que lo desechan de manera irresponsable crean los problemas”, comparte Adrián Schwartz, presidente del Grupo Simpa en Argentina. “En lugar de eliminar los plásticos, lo que se debe hacer es trabajar en el tema del reciclaje para que no sigamos contaminando el planeta”. Schwartz agrega que el plástico biodegradable ya está disponible en el mercado y que, aunque aún es más caro que el plástico convencional, su costo ha disminuido diez veces en los últimos cinco años gracias a la tecnología.
De cualquier manera, varias empresas líderes de la industria química y petroquímica han incorporado la economía circular como un cimiento clave para el desarrollo futuro del sector. Braskem, por ejemplo, tiene una estrategia de economía circular basada en ocho pilares, que van desde la optimización del diseño de los productos para facilitar su reciclaje y reutilización, hasta la participación de la empresa en iniciativas globales como la Alianza para Acabar con los Residuos Plásticos.
Fabiana Quiroga, directora de economía circular en Braskem, ofrece algunos ejemplos de los esfuerzos de la compañía para promover la reutilización y el reciclaje: “Desarrollamos un portafolio con productos reciclados de calidad para nuestros clientes, y recientemente hemos firmado alianzas con Tramontina para el uso de nuestra resina PCR en sus sillas, y con Colormaq para su uso en lavadoras. También hemos estado trabajando con nuestros clientes para aumentar la capacidad de reciclaje de los productos, por ejemplo, a través de un embalaje hecho 100% de polietileno, que elimina el uso de múltiples materiales".
Si los clientes están adoptando estas soluciones es porque estas también ofrecen rentabilidad. Sin duda, el impulso al reciclaje se verá reforzado cuando, además de los beneficios ambientales, los productores y los clientes logren obtener ganancias económicas. En otras palabras, lograr una solución que reduzca el impacto ambiental y cimente un modelo de negocio económicamente sostenible es un objetivo que cualquier empresa puede respaldar.
Grupo Pochteca, uno de los principales jugadores en la distribución de productos químicos en México, está invirtiendo fuertemente en áreas como la gestión de residuos industriales y el reciclaje de solventes. Esta estrategia ha sido impulsada por la demanda de los clientes, conforme una mayor conciencia ambiental se viene afianzando en toda la cadena de valor. "Cada vez más, los requisitos ambientales de nuestros clientes se han vuelto más exigentes, porque quieren lograr cero desperdicios y contribuir a la economía circular", relata Francisco Martínez, director corporativo de operaciones en Grupo Pochteca. "Nos piden que seamos un proveedor integral que no solo vende el lubricante o el químico, sino que también recolecta y trata el lubricante, el solvente o el ácido usado".
Martínez explica que, a través del proceso de limpieza y recuperación de solventes, en el cual la compañía tiene una capacidad total de 9,6 millones de litros de solvente al año tras realizar una inversión de 2 millones de euros, Pochteca puede recuperar al menos el 75% del producto usado. La cifra es muy significativa, teniendo en cuenta que hace solo unos años el 100% del solvente se convertía en un desecho industrial. "Esto demuestra que la economía circular no es solo un discurso", asevera Martínez. "Es una realidad que proporciona un retorno a la inversión, tanto para nosotros como para nuestros clientes, además del retorno ecológico".
El amplio escepticismo, cuando menos, o incluso la percepción negativa de la sociedad sobre el impacto de las industrias en el medio ambiente es un obstáculo clave para una variedad de sectores en toda la región: desde la industria química hasta la minería, pasando por el petróleo y el gas y la generación de energía. Sin embargo, a través de iniciativas como las descritas anteriormente, la industria química está trabajando para mejorar su reputación como vecino responsable.
"La aceptación social es el mayor problema que enfrentan todas las industrias en Chile", comenta Edmundo Puentes, presidente de la Asociación Gremial de Industriales Químicos de Chile (ASIQUIM), en referencia a la situación en este país. "Estamos trabajando arduamente para mostrar los beneficios que la industria química puede aportar a la sociedad", agrega.
Al adoptar modelos comerciales sostenibles con una gestión completa del ciclo de vida de los diferentes productos, la industria no solo obtendrá la aceptación y el reconocimiento social, sino que también garantizará un futuro más limpio y más promisorio para las generaciones venideras.